Vivimos en una etapa donde la historia musical nos ha posicionado en la cumbre de las fusiones, si bien la mezcla de géneros y ritmos se viene licuando desde hace más de 60 años, este método continúa siendo el único camino para producir materiales nuevos e inauditos, ya que todo lo “puro” o “natural” está hecho y dicho… La fusión permite el nacimiento de nuevos matices y técnicas manteniéndose como fuente inagotable de exploraciones sonoras, dentro de estas perspectivas nos encontramos con Sturle Dagsland, artista noruego que desde muy joven desató sus ambiciones oníricas en un descabellado torbellino de procesos y disciplinas que formaron el monstruo musical que percibimos hoy. 

En distintas entrevistas ha mencionado sus primeros acercamientos a la “producción musical”, anécdotas de su niñez junto a su grabadora de cassette con la que registraba sonidos de su ambiente, conversaciones de adultos, momentos de la televisión, sonidos de su vecindario y atmósferas del bosque, a esto sumamos que en la misma casetera grababa su propia voz desarrollando junto a su hermano Sjur Dagsland radionovelas y otras interesantes formas de narración en las que intercalaban los ya mencionados ambientes y algunas interpretaciones del pokerap entre otras cosas propias de un infante. Sturle menciona estas vivencias como su primera experiencia del “sampling” o más importante aún, su primer acercamiento a una grabación de estudio.

Desde muy joven contó con una formación académica musical hasta que aterrizó en el mundo de la ópera, la cual, si bien no le atrajo por la naturaleza snob y aristócrata de la misma, sí le despertó el interés por trabajar su voz y descubrir las posibilidades de rangos tonales que esta le podía ofrecer, mientras que su formación experimental continúo por un sin fin de aventuras junto a su hermano en la construcción de robots, películas caseras experimentales, puestas en escena de sus propias obras de teatro y un sin fin de actividades impulsadas por los sueños, una costumbre que continúa cultivando y desarrollando hasta la actualidad donde se define como una persona que vive en un constante sueño lúcido.

Hay dos factores muy interesantes en la estructura musical de Dagsland, la primera es su voz, la cual ha llevado a diferentes extremos y siempre manteniéndola en constante desarrollo, ya sea con técnicas guturales como el “kauking” y el “Joiking” (métodos medievales de canto europeo) o la implementación y desarticulación de técnicas más convencionales como el rap y el pop hasta llegar a espasmos bestiales que son muestra de su amplitud vocal tonal. Y la segunda, se trata de la versatilidad y variedad de los instrumentos que se emplean en la construcción de sus temas, los cuales incluyen un vasto arsenal de artefactos sonoros de todas partes del mundo.

https://www.youtube.com/watch?v=YlxNw0tkVcg

Después de años de giras por diferentes rincones del planeta, Sturle Dagsland está listo para presentar al mundo su álbum debut en febrero del próximo año, será un material homónimo y se construye con temas inspirados en antiguas leyendas escandinavas, japonesas, armenias entre otras culturas antiguas, un aura de misticismo y experimentación rodean el tan esperado lanzamiento del cual ya han aparecido dos sencillos; el primero “Kusanagi” pieza que cuenta con un video realizado por el director y animador noruego Eirik Heggen y el más reciente sencillo “Harajuku” un tema que se gestó en Tokio durante una sesión de grabación en en el distrito de Harajuku, el epicentro de la extravagancia japonesa.

Su nuevo lanzamiento está cimentado en las posiciones tonales del duduk armenio, flauta de madera con doble lengüeta que evoca el sonido más cálido y hermoso de las tradiciones de Hayastán. Si bien los paisajes que Dagsland evoca tienen propiedades etéreas “Harajuku” potencializa los ya mencionados elementos apoyándose en ancestrales disciplinas tonales, su voz se desfragmenta y reincorpora en instantes creando una sensación de vórtice, una expresión vocal que se alimenta del duduk y de sus cálidas atmósferas.