El cineasta japonés, Hiroshi Teshigahara, quedó fascinado con las obras del arquitecto catalán Antonio Gaudí desde su primera visita a España en 1959. Después de ese primer enfrentamiento con la arquitectura Gaudiana, Teshigahara regresaría en 1984 para realizar un exhaustivo recorrido por los detalles y profundizar en las construcciones modernistas del artista para la realización del documental que lleva el nombre del distinguido constructor. Si bien ya en 1961 el director inglés Ken Rusell durante sus primeros trabajos para la BBC había realizado un documental homónimo de 16 minutos, Teshigahara emprendería un proyecto sin precedentes. Las características del film japonés son por fuerza producto de un proceso experimental representado por la visión de un cineasta inmerso en la producción vanguardista desde los años sesentas.

Hiroshi Teshigahara

El primer aspecto a remarcar es que el documental es mudo, no hay palabras, no hay datos, no cifras, no fechas, rinde culto al arte de la forma deslizándose silencioso y cadencioso a través del universo religiosamente arquitectónico entre Cataluña y Barcelona. Con una colorida introducción por la zona geográfica que alberga la vida y obra de Gaudí nos embarcamos en un viaje en busca del aura de la obra de arte por medio del goce visual. Hiroshi Teshigahara y sus cinematógrafos; Junichi Segawa, Yoshikazu Yanagida y Ryu Segawa reviven el sentimiento beatifico de las antiquísimas construcciones. Esta exploración visual muestra una sociedad que vive a los pies del arte y al interior de ella, las personas sueñan y compran refugiados por la extravagancia del diseño. A través de la delicada sucesión de cuadros pasamos del Art Noveau al surrealismo culminando en la abstracción. El documental prosigue como un viaje Dantesco, un recorrido espacial por cementerios, palacios de mundos sumergidos, fortalezas imperiales y casas vigiladas por bestias, dragones y seres monolíticos pertenecientes a una mitología fuera de la historia del hombre. Pasamos de lo lúgubre y sombrío al brillante y divino panorama plagado de una religiosidad que recae sobre la naturaleza.

En el interior de estas obras acondicionadas para el uso socio-humano se revela la exuberancia del color y las formas, así como la inconmensurable labor en los detalles. Por medio de un suave y metódico desliz, movimiento de derecha a izquierda, el paning cobra una envergadura inverosímil en cuanto a belleza y elegancia aparecen a su paso, el desplazamiento solo es intensificado por el trazo añejo de las curvas que viajan vertiginosas e intemporales hasta las altas cúpulas estelares. En la arquitectura de Gaudí no existen las líneas rectas.

Teshigahara estimula y permite al observador imaginar la vida en este nuevo mundo que aparece al abrir una hosca y pétrea puerta metálica. Lo que sucede con el estilo de Gaudí es que todo en su obra cobra una relevancia estética intrigante, cada puerta podría ser un símbolo o una efigie digna de veneración y no solo una entrada. Todas las escenas y secuencias transcurren cual sueños y visones solo acompañadas por un leve y exacto estimulo auditivo.

Antonio Gaudí representa el triunfo de la imaginación sobre todas las cosas, es este film un monumento al neo futurismo. Gaudí para el mundo, para el hombre, es Él su propio museo, la fuerza creadora no puede ser enclaustrada al orden burocrático, no hay cadenas ni vigilantes; la arquitectura como síntesis de todas las artes, suprema y perene, sobresale por encima de ciudades enteras, y las alturas consagradas con una cruz es el reflejo del carácter de su creador, setenta y dos minutos de una sensibilidad vanguardista culminados con la imagen quimérica de su obra inconclusa, el reto más ambicioso que quedó inconcluso para la posteridad, La Catedral de la Sagrada Familia.

Antonio Gaudí aún vive, ya sea en celuloide o en la vida terrenal, inmerso en un mundo que no es el suyo.

 

Aquí puedes disfrutar completo este increíble film:

 

https://www.youtube.com/watch?v=OF-npwovOyY